El cultivo refugio es una práctica que se usa en siembras genéticamente modificadas que tienen la característica de resistencia a insectos
El sector algodonero se encuentra en reconstrucción y tiene un plan para reactivarse, que proyecta tener 36.100 hectáreas sembradas para 2025, luego de alcanzar un total de 16.000 el año pasado.
A pesar de ser un cultivo icónico en la década de 1970, cuando llegó a más de 350.000 hectáreas en extensión, las siembras dejaron de ser sostenibles por la baja productividad y los altos costos debido a las aplicaciones que se hacían para controlar las plagas.
Esa coyuntura hizo que los cultivos cayeran hasta menos de 10.000 hectáreas sembradas y aunque se hicieron esfuerzos gubernamentales a través de un Conpes, que se aprobó para el periodo entre 2005 y 2015, el sector se fue desangrando poco a poco.
La reducción de las áreas de algodón también se relacionó con la volatilidad de los precios, pues el sector tiene unos costos de commodities que son volátiles, lo que hace que en algunas ocasiones los agricultores tengan utilidades y en otras ocasiones pérdidas.
Para eso Conalgodón, a través del Fondo de Estabilización de Precios del Algodón, viene diseñando un programa de compra de coberturas desde hace dos o tres años, para proteger un precio básico para que, en caso de que tenga una caída abrupta y pronunciada, esa cobertura le cubra por lo menos el costo que ha hecho el agricultor de la actividad algodonera.
“El algodón es un cultivo que tiene futuro en Colombia gracias a su productividad, es la única siembra de ciclo corto que tiene una productividad similar o superior a los Estados Unidos que es nuestro principal competidor”, explicó César Pardo, presidente de Conalgodón.
Desde el año pasado, el gremio abrió nuevamente la zona de la altillanura como zona algodonera, algo que no se hacía desde hace 25 años. “Este año cosechamos la producción de unas 500 hectáreas que se sembraron”, dijo el líder gremial. En agosto, que corresponde a la siembra de esa zona, el sector proyectó la siembra de 3.500 hectáreas.
“Tenemos unas zonas de la Costa Caribe en donde estamos creciendo en área y hay buenas posibilidades. El departamento donde más se produce, que es Córdoba, tiene poca posibilidad de expansión en el área. Por lo que se puede en La Guajira, Norte del Cesar y los Llanos Orientales para completar los propósitos”, agregó.
¿Cómo va la productividad?
Colombia, en este momento, tiene una productividad de fibra por hectárea de 1.020 kilos, “que es muy buena y es superior al promedio mundial”, explicó el líder del gremio.
En el plan 2025 el sector fijó una meta de tener 36.100 hectáreas sembradas en las dos cosechas y una producción de 45.000 toneladas. Para lograrlo se requerirá aumentar la productividad a 12,60 kilos de fibra por hectárea, “cosa que consideramos alcanzable con los tratamientos que hemos hecho para el cultivo, fundamentalmente con la optimización de semillas nuevas y transgénicas, que no solo controlan las plagas, sino que aumentan la productividad”, añadió.
El uso de cultivos refugio
El cultivo refugio es una buena práctica que se usa en transgénicos o siembras genéticamente modificadas que tienen la característica de resistencia a insectos. En Colombia, este tipo de cultivos tiene dos propiedades especiales, entre las que están la tolerancia a herbicidas.
El refugio solo se aplica a los cultivos que tienen la característica de resistencia a insectos. “La mayoría de los cultivos que siembran los agricultores colombianos tienen las dos características”, explicó María Andrea Uscátegui, directora ejecutiva de la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola (Agro-Bio).
Esta buena práctica tiene como objetivo mantener en campo a insectos susceptibles al material genético de los transgénicos. “El refugio es una porción del terreno; por ejemplo, el agricultor siembra 100 hectáreas y dentro de esas debe tener un pedazo del predio que no tenga la característica de resistencia a insectos, pueden ser siembras de semillas convencionales o con tolerancia al herbicida”, explicó.
“En el refugio tenemos una población de insectos plaga susceptibles a la tecnología, mientras que en el cultivo transgénico empezamos a generar insectos resistentes a la tecnología. Es algo normal, sucede en la naturaleza, así como nuestras bacterias se adaptan a los antibióticos, los insectos lo hacen a la proteína de los transgénicos, que es tóxica o que mata a algunas plagas”, agregó.
El objetivo es simple, se hace para que los insectos susceptibles se mantengan en campo y aquellos que están en el cultivo transgénicos se apareen con ellos y mantengan generaciones susceptibles.
“No es costoso, lo importante es que el agricultor compre el porcentaje de semilla para el refugio que depende del cultivo. Para maíz es de 10% de semillas convencionales, pero si es de algodón pueden decidir entre dos esquemas: 96%-4% o 80%-20%”, dijo la experta.
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